30 de noviembre de 2006

Variaciones 3

-Con "Doña Bárbara" la novela regional venezolana alcanza la cima de la perfección -con doña bárbara la novela venezolana... alcanza la perfección. Regional. Novela regional.
-Recuerden que para 1929, año de publicación de la novela, el país estaba bajo la tiranía, ya de larga data, de Juan Vicente Gómez. Por eso en "Doña Bárbara" aparecen críticas al régimen, reflejo de las ideas políticas de Gallegos, razón por la cual debe exiliarse en 1931 -recuerden... que en 19... 1927, año de publicación de la novela, el país baja de la tiranía de josé... gómez y las ideas políticas de gallegos le dan un exilio en otro año después... o algo así. Tiranía y política parecen ir siempre juntas. Con el profe Gustavo sólo se habla de gente muerta y las causas y consecuencias de cosas que alguna vez pasaron en el país, hace un pocotón de años, como en el tiempo de mi abuela. Pero con Verdugo los muertos están más muertos que nunca. Oye, ¿qué escribe en el pizarrón? Doña bárbara. Rayita. No, flechita. Novela regionalista. Modernismo. Circulito alrededor de modernismo. Raro como cae el polvo de tiza mientras escribe. ¿Así caerá la nieve? Se forman montoncitos en la bandeja, al lado y encima del borrador.
-...definitivamente se inspira en el modernismo -¿Qué? ¡Coño! Definitivamente.
-Básicamente en las novelas regionalistas se plantea el enfrentamiento de la civilización y la barbarie -básicamente en las novelas regionalistas se plantea el enfrentamiento de la civilización y la barbarie. Ajá. Los buenos contra los malos.
-Santos Luzardo es el símbolo de la civilización, las leyes, la razón y Doña Bárbara representa la barbarie, el atraso, el salvajismo avasallador de la naturaleza, la cruda selección natural darwiniana -Santos el zurdo es la ley, el bueno, pues, y doña bárbara es la salvaje naturaleza y selecciona al natural la cruda naturaleza... Verga, algo falta, pero ni loco le pregunto a Verdugo. Anota, anota, anota, luego buscas en el libro. Vuelve a caer la nieve. Santos Luzardo. Circulito. Doña Bárbara. Circulito. Civilización. Barbarie. Entendido. Las cosas no cambian. ¡Huy!, no me sé la respuesta. Mira para allá. Por favor. Para allá. Isabel TQQJ. Javier. Luis estuvo aquí. ¡Qué ociosos! Nadie responde, vamos, que alguien lo haga. Mira para otro lado. ¡Para otro lado! Aquí hay otro: La cuca de Patricia. Je je je. Pili me chupa... ¡Me salvé! ¡Pobre Adalberto! Qué rayerío tiene el pupitre. ¿Patricia será la misma Patricia? ¡Qué culito! Redondito, paradito. Un besito, un jamoncito. Un apechugoncito en las tetitas. Rico, papi, dame duro, dame más duro. Así, así. Dame hasta desarmar el pupitre. Vamos, eres lo más grande. Duro, durísimo. ¡Huy, sobre el escritorio!, rápido, más rápido. No pares, destrózame. Eres un campeón, sólo tú lo sabes hacer así.

COCLÓN.

-Ya vuelvo con usted, García. Me debe una respuesta. Vamos a agradecerle a Álvarez la inoportuna interrupción de la clase -coño, se jodió Luis. ¿Cómo se le ocurre entrarle tarde a una clase de Verdugo? Este pupitre está lleno de palabras, arrechamente más interesante que doña bárbara: lucía es una puta tqm gustavo es marico que ladilla rosa está bien buena soy un marico anita tqb verdugo cdm estoy clavao ese pana cristo viene arrecho me tire a rosa por puta gomez maricón erre con erre cigarro nunca toques a la puerta de verdugo en medio de una clase si no quieres que te joda... ¿Dónde es que iba, Patricia?

24 de noviembre de 2006

Variaciones 2

Lanzó la estopa con energía sobre el piso. El salpicón de agua llegó hasta la pared bicolor y quedó chorreando en gotas gruesas, sucias. Con la determinación habitual, casi perdida en un mar de cotidianidad, asió el mango del trapeador y untó el suelo, de izquierda a derecha, con aromas florales. El viejo reloj de agujas marcaba unos largos quince minutos pasadas las ocho de la mañana. El tiempo transcurría apacible y callado durante las horas de clase. Trató de afanarse en las esquinas, pero sólo alcanzó a arrastrar la vieja estopa como un caracol cansado, dejando una estela de humedad medio podrida en el ancho pasillo. Si se apuraba lograría terminar antes del timbre de las nueve de la mañana. Si conseguía finalizar a tiempo su trabajo, el pasillo se secaría antes de que las decenas de pies llenos de mugre comenzaran a dejar manchas en su obra de arte. Ese pensamiento le dio la suficiente fuerza para afincarse sobre el palo del trapeador y limpiar con decisión. Se detuvo de pronto pues oyó unos pasos a la carrera. A sus espaldas, por el camino húmedo, recién liberado del polvo y el mal olor, alguien venía corriendo. Ese sonido lo hizo sentir incómodo, pero trató de no levantar la vista del amasijo de fibras de la vieja estopa, y aunque le resultó una tarea extremadamente difícil lo hizo con disciplina. Los golpes de los tenis contra el suelo le treparon hasta los oídos como unos pequeños demonios atormentadores. Se volteó y miró sobre su hombro sin dejar de trapear. Era un muchacho flaquito, que venía desbocado, con los cabellos como flamas alejándose de su cabeza, hacia atrás, donde sus zapatos estaban dejando gruesas huellas de sucio sobre la estela del caracol. Agitó con furia la estopa y pasó por su mente la idea reprensible de atravesarle al muchacho en el camino el trapeador con todo y sus brazos, y sus piernas, y su cuerpo, y sus intenciones... pero se contuvo en el último minuto. El chico pasó zumbando. Saltó entre el palo y la pared. Por un momento, estando en el aire, se apoyó sobre la porción verde brillante de la pared y al instante siguiente ya doblaba la esquina utilizando los brazos como contrapeso, el morral colgando en dirección contraria. Había pasado el vendaval, así que levantó la estopa y la volvió a sumergir en el balde, removió arriba abajo aquella suciedad como si estuviera pilando maíz y luego exprimió los trapos sucios. Fue entonces cuando escuchó el episodio final de aquella carrera en un sonoro frenazo de goma que queda pegada al cemento. Si apresuraba su agenda no se habría perdido nada. Sacó la estopa chorreante y se aplicó sobre el sendero de huellas que venían desde la entrada hasta la esquina. Nunca nadie había hablado mal de su trabajo.

22 de noviembre de 2006

Variaciones 1

Zas llegué corriendo y criiiiiiiiiiiii me deslicé sobre la suela de mis zapatos de goma por el suelo de cemento pulido. Top top unos saltitos al final para frenar y no perder el equilibrio. Ya era bastante tarde para evitar dejar marcadas las suelas sobre el piso, glooooch, como chicle pegado al pupitre. Me acerqué apurado a la ventana que había en la puerta del salón. Verdugo ya había comenzado la clase de lengua y hablaba sin parar sobre Rómulo Gallegos. ¡Qué bárbaro! Mira hacia la puerta, agáchate, uno dos tres cuatro cinco a ver si ya... Ajá, es el momento, le habla a Adalberto, le pregunta y el chamo tiene las orejas coloradas. ¿Quién sabe la respuesta? Coclón, coño la puerta está cerrada y Verdugo ahora me está viendo. Sonrío comprometido tras el vidrio y le hago señas innecesarias con la mano pues ya se me acerca y no me gusta su pinta. ¿Tiene el ceño fruncido? Clac güiiiiiiiiiiiii, mierda con la dieresis, le falta aceite a esas bisagras, chirrian rechinan. Álvarez, ¿se le ofrece algo? ¿Burla? Hola, profe, tengo... Buenos días, Álvarez. Buenos días, profe. Profesor. Profesor. Hace bastante tiempo que mis buenos días ya no lo son. ¿A qué debo el placer de su interrupción? ¿Acaso me está jodiendo? Vengo a clase... Tarde. Tarde... Sí, señor. No es preferible que se hubiera quedado sentadito en el patio hasta que sonara el timbre. Este... Porque ahora ha interrumpido la clase y total usted no tiene nada que perder si falta a una clase. Verdugo. Parece que lo goza y yo bien bolsa pensando que tal vez tenía tiempo, luego pensando en que tal vez tuviera suerte, y le entraba a la clase, calladito. Siento el retumbar bun bun bun bun de mi corazón dentro del oído. Me parece escuchar murmullos, risas, conversaciones furtivas, sonidos callados de comentarios indiscretos. Güii rechina cortito la puerta cuando la empuja el brazo de Verdugo al apoyarse en ella y echárseme encima enorme grande descomunal con la cara colorada. ¡Hágame el favor de prestarme atención cuando le hablo! Lo escucho, señor. Lamentablemente usted es un caso perdido, no se quiere componer, no hay forma de que coja el camino. Yo ya tiré la toalla. Vamos, espere en el patio y no perturbe más a la clase. Sí, señ... Al diablo, no lo aguanto más, ni a él ni a doña bárbara. Coño de la madre. Coño de la madre. Coño de la madre. Coño de la madre. Coño de la madre. Coño de la madre. Coño de la madre. Coño de la madre. Coño de la madre. Coño de la madre. Coño de la madre. Coño de la madre.

1 de noviembre de 2006

Ce bolla or not ce bolla

Tengo un dilema existencial: ¿Debo remojar las cebollas antes de cortarlas en rodajas? O por el contrario, ¡mejor me pongo unos lentes de protección antes de comenzar el procedimiento?
Eso de las cebollas es uno de los desagradables placeres de la cocina... el otro es el hígado.