Garci Díaz de la Rebolleda corría a grandes trancos por la espesura. Todavía le parecía escuchar los gritos de los salvajes, de la indiada que había acabado con todo su grupo. Las ramas de los arbustos y palmas le azotaban la cara dejándole poco tiempo para ver cuál podía ser el mejor camino de escape. Sin embargo, corría a toda prisa tratando de ampliar la brecha entre él y el desgraciado lugar de la matanza.
Apenas tuvo tiempo de evitar chocar contra un enorme tronco que se hallaba tirado a medio camino entre dos de sus saltos desesperados. La madera estaba medio podrida y miles de caminitos de comején surcaban la superficie rugosa. En el salto rozó el tronco y dispersó una lluvia de madera e insectos. Cayó pesadamente al otro lado y le pareció oír los pasos presurosos de pies desnudos que le seguían. La desesperación del recuerdo de los cuerpos atravesados a flechazos lo acicateó en su huída y aceleró el paso. Volvió la enmarañada cabeza hacia atrás: sus ojos desorbitados vieron infinitos cuerpos broncíneos que se movían detrás del verdor omnipresente, todos imprecisos, todos borrosos, pero materiales.
En ese momento sintió como una de sus botas se engarzó en una raíz o una piedra que no debió estar allí. Perdió el equilibrio y comenzó a rodar por una pendiente de hojas y barro. La caída fue corta, pero ruidosa. Por primera vez desde que había comenzado a huir, escuchó voces que se gritaban entre si en una lengua que desconocía. Se levantó con dificultad y sintió un dolor punzante en la pantorrilla izquierda. Su fiel tizona ya no estaba en el cinto y palpó apresuradamente alrededor entre la tierra mojada y las matas, pero no había tiempo. Se lanzó renqueando hacia delante y volvió a construir caminos a través de la vegetación. En un esfuerzo supremo saltó por encima de una rama inclinada que se le interponía. Al otro lado de la rama sus pies no hallaron piso y se precipitó, sorprendido, en una negra oquedad sin fondo. La luz rápidamente huyó hacia la parte superior de aquella oscura boca de piedra. Algunos metros más abajo escuchó el primer chillido de un murciélago y sintió aleteos alrededor de sus cabellos revueltos. Una brisa húmeda y mohosa le golpeaba el rostro mientras se hundía a aceleración constante en la negrura. Sonido de alas. Sonido de agua. Eco de su grito de horror mientras caía inexorable. Segundo tras segundo, sin remedio, hasta el fondo mismo. Fondo de piedra y agua. Fondo de haitón inescrutable.
7 de octubre de 2005
6 de octubre de 2005
Citas citables
"Al final de los años treinta, y en Nueva York, Orson Welles hizo un radioteatro con el tema de una invasión de marcianos a La Tierra, provocando gran pánico y hasta un suicidio... ¡Y sólo se trataba de un radioteatro! La televisión y demás medios, si se usan con mala intención pueden llegar a causar graves daños y problemas de salud pública. De ahí que en todos los países hay rigurosas normas para su más sano uso, un uso responsable".
Tomado de un empaque de espaguetis comercializado por la cadena Mercal.
4 de octubre de 2005
Jurassic Park
Hace ya bastantes, bastantes años, Yamil Madi, Víctor Pineda y yo, nos pusimos a hacer animaciones y grabarlas en super ocho. Eso fue hace mucho tiempo, como pueden suponer por el medio que empleamos para filmar. Creo que filmamos una media docena de cintas, la mayoría fueron escenas donde experimentábamos con distintas ideas y recursos. Entre tanta experimentación logramos culminar la producción de un sencillo corto basado en una historieta de Yamil. El libreto era de CF y fue animado con figuras dibujadas sobre papel y acetato y fotografiadas bajo un vidrio que no emitía reflejos. La iluminación la proveyeron un par de potentes lámparas de halógeno. Nos tomó varios días de trabajo (la mayoría para dibujar los personajes y escenario) y un larguísimo día para la filmación.
Hoy, con las bondades de la tecnología digital... Ya había acariciado la idea de volver a aquellos campos de la paciencia, la dedicación y el amor por lo minucioso-obsesivo-compulsivo del mundo de la animación. Pero con mi literatura, ando lento y me demoró ensimismado contemplando la punta de mi nariz (que no es una tarea muy complicada de ejecutar). Por fin, el sábado pasado me decidí y agarré la cámara y el trípode que había comprado hacía sopotomil años, y me fui al cuarto de trastos con la firme intención de probar algunas ideas o morir en el intento.
Para la tarea no tenía el más mínimo esbozo de un libreto, el argumento surgió por ósmosis y lentamente le fui añadiendo elementos a una tonta historia, en un plan de trabajo que a todas luces contravenía los cánones que rigen al gremio de los animadores. Si alguno del gremio lee esto, que sea indulgente con la serie de barrabasadas que describiré.
Estuve poco tiempo fotografiando los cuadros, tal vez cuarenta y cinco minutos. Durante el proceso recordé muchas cosas que creía haber olvidado sobre el trabajito de la animación, cometí los inevitables errores del apresuramiento y la inexperiencia, pero al final el resultado, con todos sus defectos, me permitió romper con la inercia y el temor de ponerme a mover muñequitos paso a paso.
La animación está disponible, para aquellos valientes que la deseen ver, en la página principal de UBIK. Es relativamente pequeña, 1,4 MB, absolutamente sencilla y muy corta (6 segundos). La trama la fui improvisando sobre la marcha, pues cuando comencé a fotografiar no tenía idea de lo que iba a hacer. Busqué entre los juguetes de mi hijo y me pareció que me los había escondido, pues no encontré ninguno. Lo poco que pude conseguir sirvió como desencadenante de la trama. Utilice luz natural, a pesar de las evidentes desventajas de su uso en "stop motion". Podrán observar las fluctuaciones de la iluminación en el video: cualquier nube que se interponga ante el sol o la caída del vecino desde la planta superior, ocasiona variaciones en la intensidad de la luz entre fotogramas y eso es notorio en el producto terminado.
Cuando empecé a mover al muñequito descarté de plano moverle las piernas, porque eso complicaría la animación y pondría en riesgo el equilibrio de la figura. Como no marqué la posición de cada figura, si ésta se caía perdería todo el trabajo pues me sería imposible ubicarla de nuevo en su sitio. Se me ocurrió entonces, en cambio, para darle dinamismo a la escena, moverle las manos al bomberito. El resultado no es muy natural... pero, ¡por Dios!, los muñequitos no son precisamente un reflejo de la vida misma.
Luego me di cuenta que mover al bombero frente a la pantalla, con el policía saludándolo al fondo iba a ser bastante soso. Así que se me ocurrió lo del dinosaurio (mil gracias a McDonald’s y a sus carnadas infantiles) y la caminata se convirtió en persecución. Otro problema se presentó con el escenario, pues había un desnivel entre éste y la plataforma sobre la cual lo ubiqué (bueno, plataforma es un término para darle sobriedad técnica a mi descripción, pues era una simple mesa de planchar). Tal vez podrán observar que el bombero de marras no tiene rodillas, así que subirlo por el escalón hacia el escenario era imposible (moraleja: verifica minuciosamente todo lo que debes hacer para terminar la escena, antes de fotografiarla). La falta de rodillas y el escalón originaron obligadamente la caída que precipitaría, como fichas de dominó, el resto de los eventos. El final es un clásico... un clásico reflejo de la falta de ideas.
Bueno, la prueba está allí, en público para que vean lo bueno y lo malo. Espero que la próxima animación logré superar algunas de estas deficiencias y afiance las virtudes. Iba a añadir: buen provecho, pero mejor me contengo y espero expectante...
Hoy, con las bondades de la tecnología digital... Ya había acariciado la idea de volver a aquellos campos de la paciencia, la dedicación y el amor por lo minucioso-obsesivo-compulsivo del mundo de la animación. Pero con mi literatura, ando lento y me demoró ensimismado contemplando la punta de mi nariz (que no es una tarea muy complicada de ejecutar). Por fin, el sábado pasado me decidí y agarré la cámara y el trípode que había comprado hacía sopotomil años, y me fui al cuarto de trastos con la firme intención de probar algunas ideas o morir en el intento.
Para la tarea no tenía el más mínimo esbozo de un libreto, el argumento surgió por ósmosis y lentamente le fui añadiendo elementos a una tonta historia, en un plan de trabajo que a todas luces contravenía los cánones que rigen al gremio de los animadores. Si alguno del gremio lee esto, que sea indulgente con la serie de barrabasadas que describiré.
Estuve poco tiempo fotografiando los cuadros, tal vez cuarenta y cinco minutos. Durante el proceso recordé muchas cosas que creía haber olvidado sobre el trabajito de la animación, cometí los inevitables errores del apresuramiento y la inexperiencia, pero al final el resultado, con todos sus defectos, me permitió romper con la inercia y el temor de ponerme a mover muñequitos paso a paso.
La animación está disponible, para aquellos valientes que la deseen ver, en la página principal de UBIK. Es relativamente pequeña, 1,4 MB, absolutamente sencilla y muy corta (6 segundos). La trama la fui improvisando sobre la marcha, pues cuando comencé a fotografiar no tenía idea de lo que iba a hacer. Busqué entre los juguetes de mi hijo y me pareció que me los había escondido, pues no encontré ninguno. Lo poco que pude conseguir sirvió como desencadenante de la trama. Utilice luz natural, a pesar de las evidentes desventajas de su uso en "stop motion". Podrán observar las fluctuaciones de la iluminación en el video: cualquier nube que se interponga ante el sol o la caída del vecino desde la planta superior, ocasiona variaciones en la intensidad de la luz entre fotogramas y eso es notorio en el producto terminado.
Cuando empecé a mover al muñequito descarté de plano moverle las piernas, porque eso complicaría la animación y pondría en riesgo el equilibrio de la figura. Como no marqué la posición de cada figura, si ésta se caía perdería todo el trabajo pues me sería imposible ubicarla de nuevo en su sitio. Se me ocurrió entonces, en cambio, para darle dinamismo a la escena, moverle las manos al bomberito. El resultado no es muy natural... pero, ¡por Dios!, los muñequitos no son precisamente un reflejo de la vida misma.
Luego me di cuenta que mover al bombero frente a la pantalla, con el policía saludándolo al fondo iba a ser bastante soso. Así que se me ocurrió lo del dinosaurio (mil gracias a McDonald’s y a sus carnadas infantiles) y la caminata se convirtió en persecución. Otro problema se presentó con el escenario, pues había un desnivel entre éste y la plataforma sobre la cual lo ubiqué (bueno, plataforma es un término para darle sobriedad técnica a mi descripción, pues era una simple mesa de planchar). Tal vez podrán observar que el bombero de marras no tiene rodillas, así que subirlo por el escalón hacia el escenario era imposible (moraleja: verifica minuciosamente todo lo que debes hacer para terminar la escena, antes de fotografiarla). La falta de rodillas y el escalón originaron obligadamente la caída que precipitaría, como fichas de dominó, el resto de los eventos. El final es un clásico... un clásico reflejo de la falta de ideas.
Bueno, la prueba está allí, en público para que vean lo bueno y lo malo. Espero que la próxima animación logré superar algunas de estas deficiencias y afiance las virtudes. Iba a añadir: buen provecho, pero mejor me contengo y espero expectante...
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