18 de abril de 2006

Los errores de Stephen King

Tommyknockers es una novela de Ciencia Ficción. De todas las novelas de Stephen King que he leído, es indudable que ésta se puede definir dentro del género sin ningún esfuerzo.
En Mientras escribo, Stephen King aboga por la concisión. Trata de vendernos a los lectores, aprendices en el gremio de escritores, las bondades de la economía de las palabras. Obviamente, Stephen King ignora con reiterada premeditación sus propios consejos, a lo mejor alguna directriz primordial, desconocida para el resto de los mortales, priva sobre sus decisiones a la hora de arremeter sobre resmas de papel en blanco. Lo cierto es que en la literatura de King abundan los volúmenes gruesos y Tommyknockers no es una excepción.
Cuando se escribe mucho se corren más riesgos de meter la pata. A menos que se demuestre lo contrario, Stephen King sangra cuando se afeita, ergo es susceptible de dejar huellas palpables de su condición humana. Sin embargo, en el universo de las meteduras de pata hay de todo. Desde los errores indefendibles, casos feos, hediondos e imposibles de justificar en un foro, entrevista o cita íntima, hasta los sinuosos y escurridizos que permiten el ejercicio del derecho a pataleo. Este último caso es el que alberga el reino de las opiniones, donde todos tienen la razón y todos están equivocados.
Si no caemos presas de la histeria, podemos dividir los errores del autor en su obra en sólo dos tipos (olvidándonos de los matices y los claroscuros): por un lado los errores objetivos incuestionables (incongruencias en hechos, cifras, cantidades o fechas) y los errores subjetivos, motivo de disputas irreconciliables entre los lectores.
¡Qué pajerío loco, ya pensará más de uno!, y tienen razón. Me he tomado la libertad de definir un criterio de clasificación de errores de escritor que seguramente ya existe en una forma académica y mil veces más preciso, lo he hecho para poder presentar en dos partes la gran tortilla que puso Stephen King en una obra que a pesar de todo me gustó bastante, aunque en el balance general haya quedado out en el plato. La primera sección comienza así:

Sobre los errores objetivos incuestionables.
Hay dos de estos errorcillos en Tommyknockers y me sorprende. No me sorprende porque sean pocos, sino porque son muchos. Me sorprende porque son fáciles de detectar. Si leemos uno y treinta o cien páginas más adelante el autor sin previo aviso nos clava un dos en medio de los ojos, tenemos al frente, literalmente, un problema, es un error y debemos comprobar cuál de las dos es la cifra correcta, algo que no debería ser muy complicado pues sólo requiere atención mientras se lee.
La situación es doblemente sorprendente porque según King sus manuscritos pasan por un ejército de lectores amigos antes de salir publicados y también porque supongo que la editorial tendrá a otro ejército de revisores, correctores, zapateros e ingenieros para expurgar hasta el último pecado que se haya colado entre las letras. No obstante, así como Stephen King es el abogado de la brevedad y se pasa de maraca, también es defensor de la pulcritud y exactitud de la historia, pero parece que a veces deja los manuscritos abandonados en una plaza llena de palomas.
Tommyknockers es una novela de Ciencia Ficción, ya eso lo había dicho, lo sé, y la primera prueba de ello es que hay un platillo volador. Toda la novela gira alrededor del bendito platillo (aunque debería ser al revés si recordamos al Júpiter 2). La acción se desarrolla en Haven, un pequeño pueblo rural del este de Estados Unidos. El platillo está enterrado en el pueblito desde épocas inmemoriales, casi lovecraftianas. El artefacto extraterreste es descubierto accidentalmente y su desenterramiento a lo largo de la larga larga larga larga novela induce cambios físicos y mentales en los pobladores de Haven. Los cambios mentales no interesan en este momento, pero los físicos sí, e involucran la pérdida de la dentadura. No uno, ni dos dientes, sino todos y cada uno de los dientes de las personas afectadas por la influencia del objeto extraterrestre. El resultado final de los cambios físicos no es una sonrisa pepsodent, sino todo lo contrario. Aquí es donde se desliza el primer error indefendible de King.
La protagonista, Bobbi Anderson, ya bien avanzada la trama, y bien avanzada la senda sin retorno de la transformación, ha perdido sus dientes y Stephen King se asegura en múltiples escenas y ángulos de que lo notemos. Sin embargo, en un pasaje posterior leemos con incredulidad Bobbi le sonríe a su antagonista... y su sonrisa está más repleta de dientes que la de un tiburón. Dientes surgidos, sin lugar a dudas, del subconsciente de King, de la convención de normalidad que su ficción siempre busca subvertir... bueno, de eso vive, ¿no?
Claro que soy un obsesivo sin remedio. Es obvio que el caso es un detalle insignificante y también es evidente que Stephen King es humano, pero aún así ese detalle se asemeja demasiado a los errores de producción de algunas películas, cuando aparecen o desaparecen por arte de magia los objetos de una habitación o la camisa del actor cambia de color, de estilo o de estado físico.
Si el error anterior es nimio y me señala como un caso clínico de perturbación mental, el otro desliz de King no es tan vaporoso. Es muy probable que a Stephen King se le hayan subido las letras a la cabeza. El caso fue el siguiente y se refiere a relaciones temporales entre algunos de los tantos personajes secundarios (pues Tommyknockers está repleta de personajes, casi toda la guía telefónica de Haven, en una estructura muy similar a Apocalipsis, otra de sus novelas mamotréticas). Ruth McCausland es una mujer policía que no puede tener hijos y está casada con un policía de nombre Ralph. Debido a su incapacidad para concebir decide rodearse de muñecas y así arma una colección de muñecos de distintas partes del mundo. Ruth y Ralph se habían casado en 1959 y la dicha conyugal se había prolongado en la misma medida en que aumentaba su colección de muñecos, pero todo termina abruptamente en 1973 con la muerte de Ralph. Quizás King no prestó mucha atención a la fecha, total lo importante era la muerte de Ralph y ya estaba perpetrada, el año en que murió era lo de menos. La anacronía se forja gracias a la existencia de otro personaje, un niño (en forma recurrente las historias de King difícilmente pueden obviar la tragedia infantil): Hillman Brown. Debido a que Hilly era un tantín hiperactivo, su infancia estuvo plagada de pequeños desastres. A los cinco años casi muere arrollado por un camión, una repetición de la escena de Cementerio de animales (para que no digan de King que no se repite o que tiene una imaginación inagotable), pero como ya dije no muere, sólo parece que va a perecer. Tan espeluznante es el suceso que su madre, que lo presenció todo, le comenta luego a su esposo que en el momento del accidente había visto hasta la lápida de su hijo: "Hillman Richard Brown, 1978 - 1983, se fue demasiado pronto". Como si fuera necesario, el propio King no quiere dejarnos un resquicio para la duda o para la torpeza en una operación matemática, fija sin ambigüedades el año del nacimiento de Hilly Brown.
El circuito se cierra, o mejor dicho hace corto circuito, mucho mas adelante en la novela cuando el marido de Ruth McCausland rememora el pánico que Hilly Brown sentía por los muñecos de Ruth. ¿Que qué? Me lo repiten por favor... ¿Cómo podía Ralph haber presenciado el miedo de Hilly si había muerto cinco años antes del nacimiento del niño? Para completar el peluquín, en la escena había sido voluntad del pequeño Hilly el no acercarse a los muñecos, lo que implica que el niño podía moverse por sus propios medios (en otras palabras no era un bebecito), lo que aumenta el rango de discordancia temporal.
Esa es la historia de los dos errores inobjetables que detecté en Tommyknockers, sobre las otras apreciaciones que mal pueden llamarse errores sin caerse a trompadas intelectuales, buscaré otra ocasión más propicia.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Como detective 20 puntos. Lo que pasa con King es que debido al éxito y a la abundante producción lieraria se ha venido desinflando algo. Cuando estaba loco era más interesante lo que escribía. Aunque te confieso que a pesar de que mi hija Erika lo adora, a mi ni fu ni fa.

Anónimo dijo...

La verdad es que me encanta Stephen King y acabe de leer una de sus novelas recientes "CELL".
La verdad me cautivo desde la primera página pero pasando por los ultimos capitulos note un error clarisimo que de seguro cualquier lector sin intención de hallar errores habria notado.

Los protagonistas durante parte de la historia viajaron en un autobus, el cual por cosas de la trama hicieron estallar. Más adelante viajan en una furgoneta, sin embargo luego reza cierta línea:
-¿Venís? - los llamó Dan desde el autobús

Anónimo dijo...

Encontré un artículo con errores en It. Me dejó traumatizado el hecho de no haberlos detectado. leeré los Tommynockers bajo esta precaución.