El hombre Par es uno de esos recuerdos agradables de la infancia que con el tiempo se hacen cada vez más placenteros y se agrandan hasta parecer cubrir todo el horario de nuestras actividades cuando niños. Era un anime de cuando llamábamos al anime comiquita y no se le prestaba atención a las categorías.
En ese entonces me fascinaba el objeto que Mitsuo, el protagonista, guardaba en el closet. Era toda una nota tener un substituto que realizara esas tareas molestas que a ningún niño le gusta: estudiar, asistir a la escuela (que no debemos confundir con lo primero) y ordenar el cuarto... ¡Listo!, con sólo apretar el botoncito que tenía por nariz el muñeco del closet se convertía en tu copia, fiel y exacta. Luego te podías dedicar a los juegos, mientras tu robot se encargaba del trabajo sucio.
Lo curioso es que a pesar de que ya no soy un niño (aunque mi esposa no piensa igual esa es otra historia) aún estoy deseando conseguirme un robot que se encargue de todas las faenas enojosas que afligen al ser humano. Quiero un robot al que se le pueda apretar la nariz para motivar el mágico cambio: un robot que se parezca a mí y respete las tres leyes de la robótica.
Llegó la hora del recreo.
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