Hace ya bastantes, bastantes años, Yamil Madi, Víctor Pineda y yo, nos pusimos a hacer animaciones y grabarlas en super ocho. Eso fue hace mucho tiempo, como pueden suponer por el medio que empleamos para filmar. Creo que filmamos una media docena de cintas, la mayoría fueron escenas donde experimentábamos con distintas ideas y recursos. Entre tanta experimentación logramos culminar la producción de un sencillo corto basado en una historieta de Yamil. El libreto era de CF y fue animado con figuras dibujadas sobre papel y acetato y fotografiadas bajo un vidrio que no emitía reflejos. La iluminación la proveyeron un par de potentes lámparas de halógeno. Nos tomó varios días de trabajo (la mayoría para dibujar los personajes y escenario) y un larguísimo día para la filmación.
Hoy, con las bondades de la tecnología digital... Ya había acariciado la idea de volver a aquellos campos de la paciencia, la dedicación y el amor por lo minucioso-obsesivo-compulsivo del mundo de la animación. Pero con mi literatura, ando lento y me demoró ensimismado contemplando la punta de mi nariz (que no es una tarea muy complicada de ejecutar). Por fin, el sábado pasado me decidí y agarré la cámara y el trípode que había comprado hacía sopotomil años, y me fui al cuarto de trastos con la firme intención de probar algunas ideas o morir en el intento.
Para la tarea no tenía el más mínimo esbozo de un libreto, el argumento surgió por ósmosis y lentamente le fui añadiendo elementos a una tonta historia, en un plan de trabajo que a todas luces contravenía los cánones que rigen al gremio de los animadores. Si alguno del gremio lee esto, que sea indulgente con la serie de barrabasadas que describiré.
Estuve poco tiempo fotografiando los cuadros, tal vez cuarenta y cinco minutos. Durante el proceso recordé muchas cosas que creía haber olvidado sobre el trabajito de la animación, cometí los inevitables errores del apresuramiento y la inexperiencia, pero al final el resultado, con todos sus defectos, me permitió romper con la inercia y el temor de ponerme a mover muñequitos paso a paso.
La animación está disponible, para aquellos valientes que la deseen ver, en la página principal de UBIK. Es relativamente pequeña, 1,4 MB, absolutamente sencilla y muy corta (6 segundos). La trama la fui improvisando sobre la marcha, pues cuando comencé a fotografiar no tenía idea de lo que iba a hacer. Busqué entre los juguetes de mi hijo y me pareció que me los había escondido, pues no encontré ninguno. Lo poco que pude conseguir sirvió como desencadenante de la trama. Utilice luz natural, a pesar de las evidentes desventajas de su uso en "stop motion". Podrán observar las fluctuaciones de la iluminación en el video: cualquier nube que se interponga ante el sol o la caída del vecino desde la planta superior, ocasiona variaciones en la intensidad de la luz entre fotogramas y eso es notorio en el producto terminado.
Cuando empecé a mover al muñequito descarté de plano moverle las piernas, porque eso complicaría la animación y pondría en riesgo el equilibrio de la figura. Como no marqué la posición de cada figura, si ésta se caía perdería todo el trabajo pues me sería imposible ubicarla de nuevo en su sitio. Se me ocurrió entonces, en cambio, para darle dinamismo a la escena, moverle las manos al bomberito. El resultado no es muy natural... pero, ¡por Dios!, los muñequitos no son precisamente un reflejo de la vida misma.
Luego me di cuenta que mover al bombero frente a la pantalla, con el policía saludándolo al fondo iba a ser bastante soso. Así que se me ocurrió lo del dinosaurio (mil gracias a McDonald’s y a sus carnadas infantiles) y la caminata se convirtió en persecución. Otro problema se presentó con el escenario, pues había un desnivel entre éste y la plataforma sobre la cual lo ubiqué (bueno, plataforma es un término para darle sobriedad técnica a mi descripción, pues era una simple mesa de planchar). Tal vez podrán observar que el bombero de marras no tiene rodillas, así que subirlo por el escalón hacia el escenario era imposible (moraleja: verifica minuciosamente todo lo que debes hacer para terminar la escena, antes de fotografiarla). La falta de rodillas y el escalón originaron obligadamente la caída que precipitaría, como fichas de dominó, el resto de los eventos. El final es un clásico... un clásico reflejo de la falta de ideas.
Bueno, la prueba está allí, en público para que vean lo bueno y lo malo. Espero que la próxima animación logré superar algunas de estas deficiencias y afiance las virtudes. Iba a añadir: buen provecho, pero mejor me contengo y espero expectante...
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