9 de septiembre de 2004

De vacaciones

Hola a todos.

Acabo de regresar de unas vacaciones físicamente agotadoras, pero mentalmente reparadoras. El centro de control corporal agradece el cariño y hace el cansancio irresistiblemente delicioso.
Estuve de paseo por el estado Falcón (hacía diez años que no veía los médanos). Muchas cosas han cambiado, unas para bien, otras para mal... Las más importantes permanecen inalterables (afortunadamente).
El periplo familiar comenzó en la Vela de Coro: pueblo congelado en el tiempo que mezcla un triste abandono con el sabor de una Venezuela antigua, sosegada, tranquila... Su plaza Bolívar tiene un encanto que me conquistó. Me dio un gusto enorme sentarme en sus banquitos la primera noche. Lástima que Fili sea una dínamo y siempre quiera estar en movimiento :-)
El segundo día partimos hacia la sierra de San Luis, allí disfrutamos del cambio de ambiente, gradual, subiendo la empinada cuesta. Pasando de cardos y cujíes a una vegetación exhuberante y húmeda. Fueron tres días de caminatas montañeras, descubriendo cuevas, haitones y ruidosas caídas de agua, salpicantes, refrescantes.
Al quinto día comenzamos a subir al norte, a Paraguaná. Subimos a las playas, las salinas, las reservas de fauna y flora, los médanos del microdesierto que tenemos en el istmo y que se expande, lento, pero seguro. Allí estuvimos cinco días y el final del viaje nos llegó cuando pensábamos que aquello era eterno... Lástima. Regresamos resignados pues comprendimos que era la única forma de asegurarnos el poder regresar en alguna otra ocasión.
Ahora estoy de nuevo en Caracas, la extrañaba... a pesar de todo.

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