12 de abril de 2004

El fútbol es una cosa esplendorosa

Recordando una vieja melodía de una vieja película de cuando yo era joven... confluencia en la mente de los tiempos, embeleso del presente tamizado y pulido por los lustros pasados.
Así mismo es el fútbol, algo extraordinario. Un juego simple que complica al que lo juega y al que lo observa; complica, entretiene, atrae, subyuga... y nos hace fallar miserablemente cuando intentamos predecirlo. Hace dos semanas intenté el exabrupto y los resultados de la Semana Santa no pudieron ser más contundentes, pero soy feliz. Soy feliz porque disfrute un mundo contando los goles y degustando el juego vibrante, de garra, de necesidad de ganar... donde los dólares importan, pero no tanto como el honor de la divisa (aunque no siempre el honor sea la divisa y los dólares, en ciertyos casos, importen tantito más).
Aprovechando mis vacaciones me apoltroné como siempre que puedo y me los ví completitos. Los cuatro, uno tras otro, durante dos días de cuartos de final de copa de campeones. La vuelta fue eso, volteó todos los pronósticos; todos los ganadores, los que tenían ventaja, excepto el Porto, se desintegraron (unos más que otros) y sus rivales a punta de corazón los dejaron para "otra oportunidad", pero este año, obviamente, no será.
Lo del Madrid al final no fue tan sorprendente, ya había dicho que los dos goles del Mónaco asustaban y el Madrid no venía luciendo tan indestructible, y fue menos, menos que un equipo, fue un grupo de buenos jugadores que no pudieron mostrar voluntad ni equipo. Sin embargo, la verdadera debacle fue la del Milan y lo del Deportivo fue la hazaña. El Milan se desintegró en la cancha, inefectivo y cada vez más inocuo, un placebo de superequipo que la voluntad del Deportivo ignoró como escollo. Uno, dos, tres y el Milan ya estaba finado... el cuarto fue un exceso, un castigo innecesario para un lastre de 90 minutos.
En Londres, Chelsea volvió a mostrar su energía y cuando estaba abajo arremetió una y otra vez hasta que derrumbó al Arsenal, uno apabullado y desorientado, uno que murió sin exhalar gemidos, sin tener tiempo, en sólo tres minutos no se puede llorar mucho. Por último, sólo el Porto cumplió, volvió a mostrar sus cualidades de cálculo, sobrado en el segundo tiempo, pero sufrido en el primero. Las cosas le salieron como en el papel y pasó a semifinales, ahora quien asusta es él, campeón de la UEFA y dominador de los hilos del partido. Pero como ya sabemos: nada importa lo hecho sino se termina en la final con al menos un gol de ventaja.
Espero que en la próxima cambie el libreto, porque tres veces fútbol como que es demasiado, aún para mí.

No hay comentarios.: